jueves, 18 de agosto de 2016

La Nada



La Nada
Aproximación hacia una definición de la derecha venezolana

Soy poco dado a debatir sobre religión y política en lugares públicos y, menos con sospechosos de fanatismo y disociación psicótica. Una discusión seria se da entre personas razonables y respetuosas de las opiniones contrarias. Empero, recientemente, casi obligado participé en una polémica entre un joven trabajador, un “jubilado” y una dama que hacían la “cola” en un cajero automático (TDA), uno de esos ubicados al aire libre. La controversia trataba sobre algunos  aspectos del gobierno de Nicolás Maduro y la Asamblea Nacional (AN) de mayoría opuesta a la revolución.
Acaparó mi atención la conclusión a la que llegó el joven acerca de que las leyes aprobadas por la Asamblea Nacional (AN) y declaradas inconstitucionales por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), no beneficiaban al pueblo y que la AN no había hecho nada. Sus interlocutores, lo rebatieron calificando al Presidente de incapaz y único responsable de la crisis económica del país y, puntualmente de la escasez de alimentos, razón por la cual había que revocarlo. Esa es una discusión muy frecuente y a diario entre venezolanos.
Intervine para acotar que estaba convencido de que estamos entrampados entre dos posiciones que lucen irreconciliables y, por tanto, imposibilitan el diálogo convocado por el presidente Maduro para buscar solución a los desequilibrios del país que, en mi opinión, son más de carácter político que económicos; argumenté, que era previsible que las leyes aprobadas hubieran sido declaradas inconstitucionales, por su estructura y contenido con visión de esencia capitalista, neoliberal de país y de Estado. Leyes reaccionarias, más bien restauradoras del estado de cosas anteriores a la Revolución Bolivariana. Leyes contrarias al accionar conceptual y praxis del gobierno dirigido por Maduro y, en consecuencia, contrarias al Plan de la Patria (II Plan Socialista de la Nación), ley aprobada para el ejercicio 2013-19 y con la propia Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV).
Sin hacer juicio de valores sobre las controvertidas leyes, expuse que, en ese contexto, de haberles dado el visto bueno y  promulgarlas, el Ejecutivo habría reconocido que el proyecto Bolivariano no tiene vigencia y que el oposicionismo tenía la razón cuando dice que el chavismo ha fracasado y no tiene viabilidad política, económica y social; sería negarse a sí mismo y; además, someterse a la agenda política de la oposición y la habría convertido  en el poder real, el verdadero gobierno, pues (Aspiración solapada de la oposición derechista). Luego pregunté ¿A quién o a quienes favorece esta situación política? Este era el punto de llegada, como se dice “la guinda sobre el pastel”. Sin más, el joven trabajador soltó categórico, con mucha convicción, lapidario: “¡Eso es así! ¡No favorecen al pueblo, entonces, la Asamblea no ha hecho nada, nada!”.
Todos quedamos en silencio, recomponiendo la cola, como asumiendo una gran verdad incuestionable. En aquel momento recordé una disertación sobre la Nada del presidente Chávez en un “Aló Presidente”. Chávez, cuestionó la actuación de la derecha venezolana y en aquella oportunidad puntualizó conceptuándola como La Nada. Tenía razón el Comandante. La AN es la Nada.

viernes, 17 de junio de 2016

Arrogar y abrogar


No sin asombro, en varias oportunidades he escuchado a importantes políticos y hasta a periodistas decir abrogar por arrogar, lo cual, más que una confusión es un barbarismo, sin duda. En este artículo trataré de contribuir para evitar tan desdichada situación.


El diccionario de la RAE nos dice que el verbo arrogar deriva del latín arrogare que significa atribuir, adjudicar. En una segunda acepción nos aclara: apropiarse indebida y exageradamente de cosas inmateriales, como facultades, derechos u honores. Ejemplo: Los EUA se arroga el papel de policía del mundo; se arroga, sé atribuye, un derecho que no tienen, nadie se los ha dado.


En relación con el verbo abrogar, el mismo RAE advierte que también procede del latín y su significado es abolir, derogar, “abrogar una ley, un código”. Usando el ejemplo anterior, sería incorrecto decir: Los EUA se abroga el papel de policía del mundo.


Por su parte el diccionario Panhispánico de Dudas nos aclara aún más la confusión: “abrogar. ‘Derogar o abolir [una ley]’: «El 27 de febrero del mismo año, la Asamblea abrogaba la mencionada ley» (Gordon Crisis [Méx. 1989]) (…) Este verbo nunca se construye como pronominal (abrogarse), como se hace a veces por confusión con arrogarse (‘atribuirse una facultad, un derecho, un mérito, etc.’; arrogarse)”.


En este sentido, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) de 1999, en su artículo 74, establece el referéndum abrogatorio para algunas leyes y decretos, dando luces de que se trata de un tecnicismo del derecho.


Podemos sostener, según el portal El Norte de Castilla*, que se trata, entre los dos vocablos, de relaciones de paronimia. “Dos o más vocablos son parónimos si entre ellos existe relación o semejanza, sea esta por su etimología o solamente por su forma o sonido”. 
El mismo portal corrobora lo expuesto y aporta nuevos elementos:

“(…) Abrogar es suspender, anular o dejar sin vigor una ley, una costumbre o un código mediante una disposición legal. Los diccionarios registran este verbo, que funciona como sinónimo de ‘abolir’, ‘derogar’ o ‘revocar’, como perteneciente al ámbito del Derecho. Arrogar, término técnico también del campo del Derecho, es adoptar como hijo a un huérfano o emancipado. Con este significado es sinónimo de ‘adoptar’, vocablo este último que se utiliza casi exclusivamente. Como verbo pronominal, ‘arrogarse’ es apropiarse indebida o exageradamente de cosas inmateriales, como facultades, derechos u honores (Algunos políticos se arrogan el derecho de actuar como portavoces e intérpretes de la voluntad general)."
* http://elcastellano.elnortedecastilla.es/castellano/aula/relaciones-de-paronimia


miércoles, 15 de junio de 2016

¿Pájaro del mal agüero?


“Pájaro de mal agüero en mi casa, yo no lo quiero…” este es el estribillo de una popular canción interpretada por el tenor Jesús Sevillano con el Quinteto Contrapunto. En el imaginario popular un “pájaro de mal agüero” es un mensajero de malos presagios con respecto a un tema o asunto, por ello, nadie quiere a un ave con tal atributo en su entorno “ni que cante como un jilguero, ni que parezca canario”.

No quiero ser tan desdeñado volador, pero me embarga el escepticismo  sobre resultados favorables en la búsqueda de una convivencia política de paz en Venezuela en el contexto del nuevo llamado de diálogo a la oposición, efectuado por el ejecutivo con la mediación de los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández  y Martín Torrijos de España, República Dominicana y Panamá respectivamente, con el auspicio de la Unasur. Tal incertidumbre obedece a la claridad de los mensajes de voceros opositores al desconocer a estos actores internacionales. Su retórica esclarece que solo desea dialogar en un espacio que garantice la satisfacción de su deseo de lograr una intervención contra el país y dar al traste con el chavismo y la Revolución Bolivariana. La OEA pareciera ser el instrumento ideal, por ello insisten pese al fracaso reciente con Almagro; la iglesia católica ¿no sé? La oposición, me parece, solo hacía un “aguaje” cuando aceptaron la invitación de La Unasur, y luego, estratégicamente dar un paso atrás.

Desgraciadamente, y pese a que el gobierno venezolano insiste en dialogar, no le veo futuro, porque la oposición siempre encontrará la fórmula para evitarlo. Diálogo no habrá. En el peor de los casos, la MUD aspira ir a las elecciones regionales con la incertidumbre en la población por la escasez de alimentos y en general el descalabro de la economía. Insisten en el revocatorio como arenga para acudir, nuevamente, al expediente de la violencia e incentivar su verdadero fin: provocar la intervención del país de los organismos multilaterales internacionales, llámese OEA, ONU y, si fuese posible, la OTAN. Por ello, ¿diálogo? “nanay, nanay”, así lo creo, pese a correr el riesgo de ser tildado de “pájaro de mal agüero”.



Jesús Ramón González